Hasta esa madrugada yo había tenido suerte de merenguero, muchas veces manejé mi automóvil en estado “etílico” sin consecuencias, pero ese viernes la suerte viajaba en otro carro y con otro bolo. De madrugada salí de una fiesta en la que hubo exceso de todo, enfilé mi auto para ir a casa; la luz roja de un semáforo me detuvo, tardó el cambio a verde y Juan Pestaña me venció. Cuando desperté, un par de policías me llevaban a una delegación de policía. A las nueve de la mañana, fui trasladado a “El Torito”. Ahí caen los choferes que son sorprendidos manejando ebrios en la Ciudad de México.
Me asignaron celda en solitario y dormí un par de horas más. Al despertar pedí hacer una llamada telefónica, le hablé a doña Jelen:
—Mamá, soy tu hijo, el desobediente.
—¿Dónde estás? —preguntó.
—En “El Torito”.
—¿Estás trabajando?
—No, El Torito, es una cárcel.
Le platiqué mi hazaña. Supo que los próximos dos días estaría ahí por si me quería regañar. La tranquilizó saber que yo estaba bien en todo, menos en mi ánimo. Por fortuna mi padre andaba de viaje.
—Hijo —dijo doña Jelen— ¡Ya no tenés remedio! ¿Necesitas algo?
—No creo… Aunque, pensándolo bien, quiero un Rosario y una Biblia, pienso rezar hincado estos dos días.
En El Torito los borrachos no están con los presos comunes. La vigilancia es laxa, aunque estás encerrado en una jaula.
A las dos de la tarde llegó la suerte. Un tipo más o menos de mi edad, con elegante traje, me hizo compañía.
—¿Qué tal, colega? —dijo.
Lo miré por aquello de que hubiésemos estudiado juntos.
—¿Sos Veterinario?
—No, soy borracho como tú —se rio y agregó—, amigo: tengo sed y dolor de cabeza.
—Tu enfermedad se cura con un par de aspirinas y media docena de “cheves”, aquí no se puede comprar nada y aunque hubiera, ya no tengo dinero.
—Colega —dijo— ¡Yo tengo lana!
Se quitó zapatos y calcetines, de cada uno sacó cinco billetes de cien pesos. ¡Lotería! De no haber visto de dónde salieron, habría besado la lana. Mil pesos… ¡Una fortuna!
—Me llamo Toño —se presentó—, pero en mi casa me dicen “Toñete”.
No podía quedarme atrás:
—Me llamo Enrique, pero en mi casa me dicen: “portáte bien”.
Toñete era un tipo liviano, reía con mi dejo y forma de hablar, nuestra celda era la única alegre, en las otras solo veías caras largas, arrepentimiento, lamentos, incluso llantos.
Llamé a un guardia:
—Compa, ¿podría comprarnos refrescos y tortas?
El Policía sin mirarme contestó:
—Si tienen dinero y me dan mi comisión, les consigo lo que pidan.
—Lana tenemos, pero tu camisón que te lo traiga tu mujer.
—Dije comisión —sonrió: vi refulgir un diente de oro.
—¿Qué tal unas cheves, y un pollo rostizado?
—Ya dije ¡Con dinero baila el chucho!
El diente de oro y la palabra “chucho” me dio esperanza: “este cabrón es de mi rumbo”.
—¿Sos Chiapaneco vos?
—¡No pué! —los ojos se le alegraron—, soy de La Garza.
Jesús M. Garza es un ejido en el municipio de Villaflores.
En ese momento se estableció la complicidad que une a los chiapanecos donde se encuentren, y en la cárcel… más. En chinga lo integré a mi familia:
—Oí, primo ¿Podrías traernos cigarros?
—¿Qué parte de “con dinero baila el chucho”, no entendiste, vos soroco?
—Entonces, traé dos sixs de Tecates, un pollo rostizado, botanitas y cigarros, y si se puede ¿Qué tal un par de chicas?
—Hasta ahí ya no llega mi poder, pero dos mampos si te consigo.
—¡Vade retro, satanás! —y me persigné.
Estiró la mano y dos billetes se fueron. Regresó con nuestro encargo y empezó el descrude. Toñete debía ser banquero (podía jurar que trabajaba en Wall Street). Con seis “Tecates” adentro, la cárcel no es tan mala. Nuestros compañeros de prisión protestaron, les molestaba nuestra alegría.
Esa misma noche nos pusimos de acuerdo y optamos por cambiar.
—Primo, mi amigo y yo queremos cambiar.
—¡Qué bueno, así ya no caerán al bote! —dijo.
—Primo, cambiaremos… ¡De trago! Traénos un pomo de Bacardí blanco.
Y de nuevo nos emborrachamos.
El domingo fue calca del sábado. Pero antes de empezar la fiesta fuimos a misa —un cura oficiaba y lo escuchamos decir un sermón donde alababa la mesura y la temperancia contra los excesos—. Supe que Toñete era futbolista en un equipo de primera división.
El lunes de mi liberación llegó el Chali por mí, le pregunté:
—¿Se preocupó mi mamá?
—No mucho, dijo que por primera vez supo dónde estuviste el fin de semana.
—Hubo fiesta en el bote —le conté—, conocí un colega rico, inauguramos un servicio nuevo que se llama: “con dinero baila el chucho”.
—Tiene razón tu mamá ¡Vos no tenés remedio! Por cierto: ¿Escuché que dijiste conocer a un banquero?
—¡Sí, Toñete es banquero, no lo meten a jugar!
Enrique Orozco González (Kike)
Glosario:
Vade retro.- ¡Ni Dios lo quiera!
Bolo.- Borracho en estado de jodidez.
Soroco.- Dos rayitas arriba de distraído.
Bolo.- Otro uno, que también está jodido.
Chucho.- Perro que no está bolo, pero está jodido.
Lana.- Dinero que te saca de bolo, te sube a borracho.