Cofre de cuentos

Polvo del camino. 202. Cuatro mujeres: dos. Héctor Cortés Mandujano

 Polvo del camino/ 202


Cuatro mujeres: dos
Héctor Cortés Mandujano

¿Qué puede darnos la civilización?

Virginia Woolf, al hablar de Thoreau

Horas en la biblioteca (Austral, 2019), de Virginia Woolf, es una colección de ensayos, cuyo tema principal es la literatura. La Woolf revisa autores que, en muchos casos, fueron sus contemporáneos y que ahora ya pasaron a la etiqueta de clásicos.
De Coleridge dice, por ejemplo (p. 67): “La incompatibilidad que sin duda existía entre Coleridge y el resto del mundo, según nos persuaden las Charlas de sobremesa, surgió del hecho de que, más incluso que Shelley, era ‘un ángel hermoso e ineficaz’ ”.
De “El cuaderno de Mr. Kipling” tomo este apunte magnífico (p. 85): “Una gruesa carpa, en un estanque, sorbe una hoja caída y emite el sonido de un besito mundano y perverso. De la tierra emana el vapor y el vapor asciende en silencio, y una preciosa mariposa, de quince centímetros de envergadura, atraviesa el vapor zigzagueando de color y aletea hasta posarse en la misma frente del dios”.
Cita a Emerson (p. 113): “No puede escribir bien el hombre que piense que puede elegir entre varias palabras. En la escritura de veras buena, cada palabra significa algo”.
Le dedica varios ensayos a Dostoievski, cita una de sus observaciones (p. 163): “Por su propia naturaleza, el provinciano tendría que ser un psicólogo especializado en la naturaleza del ser humano”.
Cita la última entrada del diario de Jane Austen, que parece irónico, porque murió tres meses después (p. 185): “Todo va bien”.
Elizabeth Hitchener fue una de las mujeres de Shelley; me pareció extraño lo que le escribió en una carta (p. 220): “Toda la naturaleza, salvo la de los caballos, es armónica, y nace en la desdicha quien haya nacido siendo caballo”. Dice la Woolf de Elizabeth Lady Holland (p. 251): “Sabía ser tan impersonal como un chiquillo de diez años, y tan inteligente como un político”.
Asienta esta idea que alude a la perfección que buscó incesantemente Flaubert (p. 298): “Flaubert dedica un mes a buscar la frase idónea para describir una lechuga”.
Critica el método que Clayton Hamilton (p. 302): “Según él, toda obra de arte se puede trocear, y esos pedazos se pueden nombrar y numerar, dividir y subdividir, habida cuenta de su orden de precedencia, como si fueran los órganos de una rana disecada. De este modo aprendemos a ensamblarlos de nuevo: según Hamilton, de este modo aprendemos a escribir”.
A veces la literatura reduce las cosas a un momento, dice; las pone en escena nomás (p. 326): “Y así vamos y venimos a tirones a lo largo de las novelas más famosas del mundo. Así las manifestamos en una sola sílaba, escrita, por qué no, con la caligrafía de un chiquilicuatre analfabeto. Un beso es el amor. Una taza rota son los celos. Una sonrisa es la felicidad, la muerte es un féretro”.
Gran compañía la Woolf.
Ilustración: Alejandro Nudding.
Ilustración: Alejandro Nudding.

Author

racademia

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