En una tertulia de miércoles de la calle Robles, hace algunos años, tuvimos la agradable visita de dos queridos amigos: Víctor Betanzos, el maestro de la marimba y el locutor trotamundos, Paco Obregón. Delgados como tallarines, entre ambos no pesan cien kilos.
El nombre del maestro Betanzos no es Víctor; se llama Vito Alessio Betanzos Castellanos (no dijo por qué le cambiaron nombre). Nació en 1937 en el Municipio de Arriaga, en “La Punta” (antes Colonia Azteca), su romance con la marimba comenzó cuando tenía diez años, enumeró su paso por los diferentes conjuntos musicales hasta llegar a dirigir la famosa Marimba-Orquesta: “Corona de Tapachula”. A los quince años, en una cantina un parroquiano le pidió tocara: “Hi Lili, Hi Lili, Hi lo” —melodía que él no conocía—, la escuchó dos veces en una Rockola y la tocó magistralmente. El sujeto le ofreció que emigrara a la Ciudad de México; ahí le daría trabajo para que estudiara música en el Conservatorio: “no fui —dijo—, yo era hijo de dominio, mi mamá no me dejó”. El maestro Betanzos es un gran ser humano que lleva la música por dentro, se gana la vida tocando la marimba número tres del Ayuntamiento de Tapachula, poco a poco iremos escudriñando su corazón y escribiremos más de él.

Paco Obregón, a principios de los años setenta llegó a Tapachula y se enamoró de esta tierra, bebió agua del Coatán: “antes que envenenáramos los ríos”.
Nació en 1933, en Huatabampo, Sonora. Comenzó su carrera de locutor a los quince años; Paco es un almácigo de anécdotas, no conoce la palabra: “fin”, puede hablar horas y horas. Cuando vivía en Monterrey, una señora muy guapa lo interceptó en una calle —él ya era un popular locutor—, la dama lo invitó a su casa, llegó y le sirvió un jaibol, le pidió que se pusiera cómodo; hizo que se quitara la camisa y el pantalón. Paco no podía creer su buena fortuna: “gracias diosito —oró—, sé que merezco más pero ahorita hasta te salgo debiendo”. En paños menores la dama lo pasó al comedor donde tres apulismados chamaquitos lo miraron: “niños —dijo—, si no comen verduras y frutas van a tener el cuerpo de este señor”. Le dio una propina y lo despidió: “fue la primera vez que gané dinero con mi cuerpo”. Paco Obregón nunca engordó, dejó este planeta hará unos tres o cuatro meses y me dijeron que lo fueron a enterrar “entre cuatro zopilotes y un ratón de sacristán”.

Enrique Orozco González
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