Con Vic Regalado, preparatoriano de Coapa, como yo, vivíamos en el mismo barrio, Portales, en la Ciudad de México. Nuestras casas estaban a una cuadra de distancia. Vic: chaparrito, güero, ojo zarco, cabello ondulado, serio y poco comunicativo (no era tan regalado), tenía un lunar de bola muy cerca de la boca. Tomábamos el camión para la prepa en la misma esquina y a veces regresábamos al mismo tiempo.
—¿Te gusta la música? —preguntó.
—Sí, me gustan Las Supremas, Little Richard y Elvis.
—Vamos a mi casa, tengo discos que te gustarán.
Y fui. Cierto, tenía un montón de discos de rock en inglés y español. Música brasileña, ahí escuché por primera vez a Sergio Mendes y su canción Tristeza:
“Lalalala, lalalalalalala, quiero de nuevo cantar/ Tristeza, por favor vete lejos/ Que mi alma que llora te está viendo sufrir/ Haz de mi corazón morada de alegría/ Ya es demás mi padecer/ Quiero volver a aquella vida de alegría/ Quiero de nuevo cantar”.
Conocí a sus papás y hermanas. Era una familia normal, como la mía. Nos hicimos amigos, pero no mucho, nunca fue a mi casa, nos veíamos en la prepa. Pasaron dos años (1965-66). De pronto Regalado cambió, se involucró con pandilleros de la Portales que eran muy peligrosos, con mucha dificultad terminó la prepa y pasó a la universidad. No supe a que facultad, pero fui testigo de cómo decayó moral y físicamente, era raro no verlo borracho o intoxicado con alguna droga, pero debo decir que a mí siempre me respetó y también a mi familia, jamás permitió que se nos molestara. Algunas veces me pidió dinero, vivía en la calle y muy mal. Su familia sufría, era el único varón de la prole. Me casé y viví en otra colonia, lo vi por última vez, daba lástima, me senté en la banqueta con él, lloró y yo con él. Cuando me regresé a Chiapas, la tierra que Dios me dio, alguien me contó el triste final de Regalado. Lo encontraron flotando ahogado en una alberca en Cuernavaca. Hoy escuché la canción de Sergio Mendes, recordé a Vic y quise de nuevo cantar:
“Lalalala, lalalalalalala/ Tristeza, por favor vete lejos…”.
Enrique Orozco González
Comparte, si lo deseas.