Mi querido amigo Sarelly Martínez Mendoza me obsequió su reciente libro Un lector agradecido. Narrativa chiapaneca contemporánea (Unach, 2024), que compila parte de los textos escritos a partir de sus lecturas de libros no sólo de Chiapas (obras de Octavio Paz y Vargas Llosa, por poner dos ejemplos conspicuos, también son parte de este volumen) y no sólo de narrativa, sino igualmente de poesía y de, hagamos un plural, ciencias de la comunicación, que son tan cercanas a la profesión de Sarelly, doctor en periodismo. Dice en las “Palabras preliminares”, para aclarar el sentido de su antología (p. 2): “Lo que escribo está en la esfera de las aficiones del lector común que quiere compartir sus gustos con otros lectores”. Es muy notoria la buena fe que anima a Sarelly cuando escribe y comparte sus hallazgos. Lo hace alegremente, sin prejuicios. A partir de la pifia que cometió una diputada (dijo que Juventud en éxtasis la había escrito García Márquez), el autor comenta que en esos ambientes políticos es muy difícil que florezca la lectura y cierra su escrito con una pregunta que evidencia la realidad terrible en nuestras tierras (p. 15): “ ‘¿Leer para qué?’, puede preguntarse un joven preparatoriano, y responderse rápidamente: ‘si yo lo que quiero es ser diputado’ ”. Comenta a Jan de Vos y su escrito sobre Fray Lorenzo de la Nada. Dice (pp. 19-20): “Su apellido, De la Nada, lo conquistó cuando prohibió a los españoles de Tabasco arrebatar indígenas para su servicio. […] La respuesta de uno de los aludidos fue contundente: ‘¿Quién es Pedro Lorenzo para prohibir semejante cosa? Fray Pedro no es nada, su oficio es decir misa y predicar y casar y allí se acaba’. A partir de entonces, fray Pedro Lorenzo llevó con gusto el apellido De la Nada. Transformó ‘el insulto en título de honor’, y así fue conocido entre sus feligreses”. Cuando comenta los decires de Jorge Moreno, “El Piña”, de la Rial Academia de la Lengua Frailescana, cita varias de sus descripciones (p. 28): “Además de culito sin juicio era amachada” y alguna que otra declaración de restauranteros francos (p. 29): “¡si quiere’sté come’ sabroso, vaya’sté a come’ en su casa”. Tiburcio Fernández Ruiz era hermano de Eva, mi abuela materna. Sarelly habla de él, a partir del libro escrito por Valente Molina. A mí me operaron de la vesícula el año pasado, cuando tenía 62 años. A esa edad murió mi papá y uno de mis hermanos; por ello me llamó la atención este dato sobre mi tío Bucho (p. 63): “En 1950, después de una operación de vesícula muere a la edad de sesenta y dos años”. Parece que a la muerte le gusta dar vueltas sobre mi familia en esa edad. Otra de las peculiaridades del libro de Sarelly es que habla de varios libros míos, y se refiere a mí en algunos otros escritos. Y eso me hace, lo mismo que su título, un lector agradecido; sin embargo, y él lo sabe, mi agradecimiento mayor es saber que, al margen de sus múltiples saberes, lecturas y reconocimientos, Sarelly sigue siendo, para fortuna mía, desde años, mi muy querido amigo…