Cofre de cuentos

Polvo del camino. 242. La sabiduría del sinsentido. Héctor Cortés Mandujano

Polvo del camino/ 242

La sabiduría del sinsentido
Héctor Cortés Mandujano

Hola, oscuridad, mi vieja amiga…

De la canción “Los sonidos del silencio”,
compuesta por Paul Simon

Me doy cuenta de lo minúsculo que soy, de lo irrelevante, de la casi nada que he aprendido en la vida, cuando de madrugada me despierto porque oigo voces que, en un idioma que no entiendo, que no hablo, parecen referirse a mí. Es una inferencia, claro, porque nada puedo descifrar de sus palabras a sotto voce. Pienso –y tiemblo– que son demonios.
Abro los ojos y sé que estoy semidesnudo bajo las cobijas, que no tendría oportunidad de buscar algo con qué defenderme si ya estuvieran listos para lanzarse sobre mí. Intento pensar con más calma y descubrir de dónde vienen las voces. Parecen estar dentro del cuarto, pero hay viento y éste quizá sea nada más la vía, y algunos extranjeros –un hombre mayor y una mujer joven, si tuviera que pensar en dos humanos– cerca de casa conversan en esta madrugada y su charla llega hasta mis temerosos oídos. Mi espanto es de cuerpo completo. Toco mis genitales: tienen miedo también.
Mi mano es un temor de cinco dedos temblorosos.
¿Qué podrían querer de mí dos demonios? No soy ni un iluminado ni un pecador. “Soy un pecador promedio”. ¿Para qué podría servirles mi alma? ¿Para qué discutir cerca de mí, cuando tiene órdenes –¿de quién?– de llevarme y ya?
No sé si la tranquilidad de que ya me llevarán hace que me duerma nuevamente y sueñe con la finca en que nací. Soy un niño y estoy en el largo corredor de ladrillos. Es de tarde. Las seis. Frente a mí, donde debiera verse el aire transparente y detrás de él (¿detrás del aire? ¿Es eso una metáfora? ¿Será comprensible para alguien ese, digamos, concepto?) el cerro, los cerros en donde se han paseado tantas veces mis ojos, hay una neblina negra, un humo muy oscuro. No es por quemazón.
La negrura, la oscuridad, viene rumbo a mí, va cubriendo todos los huecos antes de tragarme y volverme parte de ella. Soy la noche, pienso. Soy lo oscuro. ¿Y por qué sigo pensando como una persona y no anulo todo y me convierto en la negrura amorfa, sin sentido, sin pensamiento, sin palabras? Porque esto es un sueño… y me comienza a dar miedo.
Despierto. Escucho voces. ¿Qué dirán?
Me duermo.
Sueño con voces infantiles que me previenen de un peligro. Sueño que en la noche más lejana de un cerro estoy sentado en la cúspide, pensando en los latidos de mi corazón. Sueño en que dentro de mi corazón ha caído la noche. Sueño que la noche es mi corazón. Sueño que mi corazón duerme y me habla con palabras que no entiendo.
Despierto y siento que lo he entendido todo, porque mi corazón ha sido obsequiado con la sabiduría infinita de todas las edades, y que voy a compartir mi conocimiento de la vida en una cuartilla o dos o tres, no hacen falta más…
Y de pronto, cuando empiezo a escribir, me atoro en lo que quisiera decir y lo mío se vuelven palabras que no van a ningún lado, como si fueran dichas en secreto por diablos que no saben el lenguaje humano y llegaran a los oídos de un hombre que duerme en un cuarto que es el mío y que nada entiende y siente miedo por los sueños inocuos que sueña sin cesar, que no tienen sabiduría sino sólo sinsentido...

Ilustración: Camilo Herrera Cortés.
Ilustración: Camilo Herrera Cortés.

Author

racademia

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