Cofre de cuentos

Polvo del camino. 221. Las piernas, el lunar. Héctor Cortés Mandujano

 Polvo del camino/ 221

Apuntes de oído/ 17

Las piernas, el lunar
Héctor Cortés Mandujano

Pos yo no tengo la culpa
de haber nacido bonita

“La entalladita”,
canción de Amparo Ochoa

La llamada Primera Ola Feminista que produjo la publicación de El segundo sexo (1949), de Simone de Beauvoir (Simone de Beauvoir. Del sexo al género, de Cristina Sánchez Muñoz), ponía el acento en que el cuerpo de la mujer (también el del hombre, por supuesto) era una construcción social y debía tener, bajo esos parámetros, ciertas características. El rostro, me detendré en ello, debía ser hermoso. Eso ordenaba lo social.
La música popular que se escucha en México no ha cambiado esa construcción. Cito unas cuantas canciones que aluden a ello: Bonita, de Luis Alcaraz; Insoportablemente bella y Bella señora, cantadas por Emmanuel; Bella, cantada por Mijares y, la cereza del pastel, Mujeres divinas, de Martín Urieta… Pura cosificación que va de los años cuarenta (tomo como referencia Bonita) al día de hoy.
En Yo te bendigo vida. Amado Nervo: crónica de vida y obra (Gobierno de Nayarit et al, 2002), de Carlos Monsiváis, Nervo escribe sobre la dificultad que era hablar de las gracias de las muchachas (p. 23): “…los ojos aterciopelados de Margarita (esto de los ojos aterciopelados lo repetía yo mucho), los dientes lácteos de Elisa, la fresca boca de Natalia, la piel de seda de Rosa, las manos patricias de Ángela… […] Si la muchacha no tenía nada de peculiarmente bello, había que inventárselo, y si era resueltamente fea, entonces quedaba el viejo y supremo recurso de la ‘virtud’, la ‘discreción’, la ‘suavidad’ de un carácter que hacía el encanto de propios y extraños”.
Esto me llegó a la cabeza porque escuchando a Javier Ruibal (El Puerto de Santa María, España, 1955) me hallé que él plantea esa dificultad también, desde otra perspectiva. La canción se llama “Lo que me dice tu boca” (el álbum, de 2005, se llama igual) y dice: “Si no te pinto bonita, no es porque yo no te quiera; que si te pinto igualita, igual son ocho que ochenta, que contigo nunca me salen las cuentas”.
El asunto de la belleza, se ha dicho, es subjetivo, aunque la subjetividad tiene un entorno, un discurso e incluso, decíamos, una imposición. No se discute lo bella que es una alborada, porque si no te gusta no hay nada qué hacer. Pero la belleza social privilegia colores, razas, formas…
¿Qué hacer, entonces? Ruibal se va por las comparaciones: “Ni todo el puente de Brooklyn, los Londres y los Parises, que a mí ya nada me dice lo que me dice tu boca y la huella de tus labios en mi copa”.
Y sigue con otra parte del cuerpo alabado: “Que me quiten lo pintado, quién quiere que lo demuestre: que todo el arte rupestre y la pintura moderna, no son nada comparado con tus piernas”.
Serrat también se va con las comparaciones en “Cada loco con su tema” (el álbum, de 1983, se llama igual). Dice que, puesto a escoger, prefiere “los caminos a las fronteras y una mariposa al Rockefeller Center”, y esto dicho a la mujer: “el lunar de tu cara a la pinacoteca nacional”… Bien toreado, me parece.
Ilustración: Alejandro Nuding.
Ilustración: Alejandro Nuding.

Author

racademia

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