Polvo del camino/ 182
Evocadas palabras de otro libro/ X
Las enseñanzas de Judas
Héctor Cortés Mandujano
El profesor Judas Iscariote calló, luego de su larga exposición, y vio al auditorio atento a sus movimientos pausados ya por su avanzada edad.
Suspiró satisfecho de haber terminado la clase, porque, con sus años, estar de pie durante tanto tiempo no era una de sus actividades favoritas. Le encantaba, eso sí, dar cátedra, enseñar, ayudar a que los demás supieran pensar, hurgar en sus inteligencias.
—¿Alguien tiene una pregunta?
Estaban en un espacio al aire libre, semicircular, hecho de rocas, donde la veintena de jóvenes se hallaban sentados como si aquellos asientos duros fueran pedazos de nube.
—Maestro –dijo uno–, yo quisiera saber cuándo va a hablarnos de Él. Prometió que un día lo haría…
Judas suspiró y dijo:
—Ese día es hoy. Pueden preguntarme lo que quieran.
Sin excepción, levantaron las manos. Judas los iba señalando y ellos hacían las preguntas.
—¿Cómo era Jesús?
—Era un hombre.
—¿Y de verdad hacía milagros?
—Sí, de hecho, todos podemos hacerlos. Él insistió en que nadie estaba enfermo, nadie moría, se podía caminar sobre el agua, se podía volar… y lo que dijo es cierto.
—¿Usted lo quería?
—Lo amaba.
—¿Y por qué lo traicionó?
Pareció callarse el mundo. No se oyeron las respiraciones luego de estas palabras. Judas no se inmutó.
—No existe la traición. Las cosas que los demás hacen, para ti sólo son interpretaciones. Por ejemplo, si me meso las barbas, tú crees que estoy pensando con profundidad y tal vez eso no sea cierto. Yo hago un acto y tú lo interpretas, y lo mismo hago yo contigo. ¿Traición? Es una palabra que aplicas a un acto. No existe algo en el universo que se llame traición.
—Usted lo entregó a los soldados…
—Sin mí, Jesús no hubiera sido sacrificado y su asesinato –violento y cruel, inhumano– fue una forma extrema para lograr que despertaran las conciencias. También sirvió para demostrar que la muerte no existe.
—Se dijo que usted se había ahorcado por remordimiento.
—¿Tú me ves ahorcado, tengo señales del lazo en mi cuello?
—¿Dónde está ahora Jesús?
Judas señaló a quien preguntaba, dirigió su índice después a los cuatro puntos cardinales, y por último a su cabeza y su corazón.
—Ahí, allá, aquí.
Los demás bajaron sus manos. El maestro levantó la suya en señal de despedida y varios acompañaron a Judas Iscariote en el camino a su pobre casa. Allá lo esperaban sus hijos y varios nietos. Los jóvenes y su familia lo adoraban, lo consideraban un hombre maravilloso. Judas era feliz.
***
[En Borges (Editorial Destino, 2006: 527), de Adolfo Bioy Casares, dice Borges: “Pensé alguna vez escribir un cuento sobre Judas. Decir que no se suicidó después; siguió viviendo entre los discípulos, que lo querían mucho. Obró como obró, de puro infeliz. Todos sabían que era un infeliz y lo querían. Sobrevivió a todos y hubo una época en que la gente lo miraba con veneración, porque era el discípulo, el único que quedaba”. Borges escribió este proyecto enunciado y anunciado aquí. Se llama “Tres versiones de Judas”, y es parte de su célebre volumen de cuentos Ficciones.]